martes, 31 de marzo de 2009

Siempre Grandes: La lluvia del Sur







En los últimos años hemos vivido el auge de las estadísticas en la información deportiva. Quizá contagiados con la moda NBA , nos encontramos con estos números que parecen llenarlo todo. El automovilismo deportivo y la Fórmula 1 en concreto no se salvan de esta tendencia: estamos cansados de oir que Michael Schumacher es el mejor piloto de la historia, haciendo honor a sus 7 títulos mundiales, 91 victorias, 68 veces primero en la parrilla, etc. Pero estoy convencido de que los fríos números no representan todo lo que un deportista ha dado al mundo en el que ha competido.
Un ejemplo claro es Ayrton Senna da Silva, el piloto brasileño "sólo" tres veces campeón del mundo.
Ayrton Senna nació en Sao Paulo en 1960. Cuando vino a Europa era el último producto de la cantera paulista, la que dio a Carlos Pace, a la familia Fittipaldi y hoy en día a Massa y Barrichello entre otros. Empezó corriendo en karts en su país, como casi todos los pilotos de su generación. Después lo hizo en Italia, la meca del karting, donde destacó especialmente, llegando a simultanear la fórmula Ford británica y Europea ( donde sumó varios títulos) con estos pequeños y apasionante vehículos. Curiosamente, no logró ningún título importante en el kart europeo, ya que siempre le fallaba la mecánica.
Fue en aquellos años, a primeros de los 80, cuando leí la primera noticia de Senna. La revista Autopista mencionaba a un joven y brillante brasileño que mezclaba la fórmula Ford con los karts y estaba preparado para entrar en la fórmula 3. En 1983 ganó, a la primera, la fórmula 3 británica, que era entonces la mejor carta de presentación para cualquier piloto con aspiraciones. Sólo Martín Brundle, otro gran piloto valiente y sin suerte, pudo arrebatarle la victoria en varias carreras.
De ahí pasó a la fórmula 1 en 1984, al equipo Toleman. Este este era un equipo modesto y singular (que había marcado el año anterior una pole con Teo Fabi, en una de las sorpresas más grandes de la fórmula 1), donde logró un punto en su primera carrera con un sexto puesto. Posteriormente vino el segundo puesto en Mónaco y el tercero en Estoril, el día que Lauda ganó su tercer Mundial. Después pasó a Lotus en el 85, a McLaren en el 88 y a Williams en el 94. Ganó los Mundiales del 88, 90 y 91, pilotando para Mc Laren. Si queréis saber todo sobre la vida de este genio os recomiendo la página http://www.ayrton-senna.com.ar/. Ahí tenéis datos, historia, opiniones, fotos, ... (Estos argentinos no tienen precio cuando se habla de motor).
Ayrton llegó como un viento fresco a la máxima disciplina. Rápidamente se ganó el puesto de primer piloto en Toleman. Esto ocurre siempre en los buenos equipos, que no en vano son profesionales y reconocen el talento, como le pasó años después a Schumacher en Benetton y a Alonso en Renault. En Lotus ocurrió lo mismo, eclipsando a Elio de Angelis, un piloto de talento. En McLaren se encontró con su gran rival Alain Prost.
Pero creo que vale la pena hablar de sus mejores carreras. De la primera vez que subió al podium en Mónaco a los mandos del Toleman, en el 84, cuando el director de carrera (un tal Jacky Ickx, ¿os suena?) paró la carrera por la lluvia cuando iba de cabeza a por Alain Prost. Que ganara un novato en Mónaco sonaba a golpe de estado. Aún así quedó la impresión de que algo nuevo estaba naciendo en la fórmula 1. Y terminó esta temporada con el tercer puesto en Estoril, cuando Lauda, en el camino hacia el segundo puesto que iba a darle su último mundial, tuvo que subir a tope la presión del turbo del motor Porsche del McLaren y pasarle en la recta, ¡qué carrera, cuántas emociones aquel extraordinario domingo de octubre!
No pasaron muchos meses. Gran Premio de Portugal 85, que cambiaba de fecha y se celebraba en Abril. Era la segunda carrera que disputaba con Lotus, en la última temporada que los monoplazas de Colin Chapman llevaban los preciosos colores negro y oro de John Player Special. Senna partía de la primera posición tras unas sesiones de entrenamiento que se disputaron con un tiempo primaveral. Justo a la hora del Gran Premio, empezó una fuerte lluvia que hizo montar ruedas de agua a todos los participantes. Nada más darse la salida dos cosas destacaban con claridad: los coches calzados con Pirelli se retrasaban irremisiblemente porque no disponían de gomas para pista inundada y entre los de Goodyear había uno que se distanciaba a más de segundo y medio por vuelta, de forma constante, mientras el cielo terminaba de lanzar la mayor tormenta conocida por la Fórmula Uno hasta entonces. Ayrton confirmaba las expectativas, las superaba. Metió un minuto al segundo, Alboreto, y una vuelta al tercero, Tambay. El aguacero, que duró las dos horas de carrera, fue de tal calibre que el circuito se vació, exceptuando la zona cubierta de tribunas y un puñadito de aficionados (entre ellos tres madrileños) que aguantaron calados hasta los huesos en la pelouse. Pero valió la pena: habían presenciado la mejor carrera de un piloto de F-1 en agua de la historia (cómo me acordé el día de Alonso en Hungría, cuando el "tuercas" se cargó la victoria, o cuando Vettel arrasó en Monza el año pasado) .
Ayrton logró muchos triunfos en su vida deportiva y no sólo cuando llovía . Es el piloto que más veces ha ganado en Mónaco, en el circuito más difícil del campeonato, superando con seis victorias las cinco de Graham Hill o Michael Schumacher. Me resisto a llamarle simplemente estadística, pues si ganar en Montecarlo requiere clase y tenacidad, hacerlo tantas veces obliga al toque mágico de los elegidos.
Magia, como el Gran Premio de Europa de 1993, en el circuito de Donnington Park, donde arrancó sexto en la parrilla con su McLaren, para llegar primero y distanciado al final de la primera vuelta. Ganó la carrera, donde Damon Hill fue segundo y Prost tercero. Había doblado a todos, pero permitió desdoblarse a Damon para evitar que dejara pasar a Prost (su compañero de equipo en Williams) y sumara más puntos. Llovió toda la carrera.
Ayrton dejó siempre su marca de piloto serio, trabajador, implacable en la puesta a punto. Si consiguió el respeto de su equipo fue por sus ganas de mejorar, de buscar el detalle, no sólo por su natural facilidad de pilotaje. Fue partidario de las innovaciones, como la primera suspensión activa que montó su Lotus con los colores de Camel en el 86. Esta novedad no le dio resultado, posiblemente por la falta de desarrollo a causa de unas finanzas algo justas , aunque años después sirviera a Nigell Mansell que llevaba un Williams para ganar un título mundial con un sistema muy mejorado.
De cara a la prensa era un personaje introvertido, más bien callado, alguien a quien parecía no gustarle demasiado la popularidad. Esta característica fue aprovechada por Alain Prost, un gran piloto que no dudaba sin embargo en apoyarse en la prensa francesa y en el presidente de la Federación Jean Marie Balestre (también francés). Éste no tuvo empacho en perjudicarle todo lo que pudo, influyendo decisivamente en varias carreras y llegando incluso a descalificarle, como en la famosa carrera de Japón 89, para que su compatriota ganara el título. Senna estuvo a punto de abandonar la competición, pero al año siguiente volvió con fuerza y ganó el mundial, en otra polémica y peligrosa escaramuza final con Prost y su Ferrari (y Balestre) de nuevo en Suzuka.
Sus duelos con Mansell y Prost han pasado a la historia. Las escenas que se vivían entonces, en la época de los motores turbo, los entrenamientos con ruedas y ¡motores! para una sola vuelta y más de 1.000 caballos de potencia son inolvidables. Las carreras magníficas, como ese famoso adelantamiento del Williams de Mansell al McLaren de Senna donde ambos pilotos se miran cara a cara al final de una frenada a fin de recta. ¿Sabéis cuál es el final más apretado de todos los tiempos? Senna contra Mansell en Jerez 86. El brasileño ganó por 14 milésimas. Por desgracia no llegó a producirse un duelo entre Senna y Schumacher, que hubiera llenado, muchas, muchas páginas.
Se me olvidaba comentar que Senna había creado una fundación para ayudar a los niños desfavorecidos de su país. Esta institución editaba unas historietas que se llamaban "Senninha e a sua turma", que contribuyeron a la difusión y conocimiento de la misma. En ellas aparecía Ayrton niño, siempre vestido con su mono de piloto, y su grupo de amigos . También tenía un enemigo que utilizaba malas artes pero que siempre acababa perdiendo (no se parecía a Alain Prost, malpensados). Estas ingenuas y curiosas viñetas podéis encontrarlas en Internet, recuerdo haber visto alguna en la web de O Globo.
Para no alargar más esta modesta crónica os animo a buscar fotos de Ayrton en Internet, o mejor aún, a buscar las miniaturas en escala 1/43 o Slot, de sus Lotus negro y oro de JPS, o el amarillo de Camel, o el ya clásico e inolvidable McLaren con los colores de Marlboro. Son coches preciosos y difíciles de encontrar, pequeñas joyas deslumbrantes en cualquier vitrina, en vuestra habitación.
Pero lo que de verdad me molesta es que la imagen más difundida de su trayectoria deportiva sea aquel día de mayo del 94 en el infausto circuito de Imola que se llevó su vida y la de Roland Ratzemberger el mismo fin de semana.

Yo prefiero quedarme con otras imágenes, las de su victoria a los mandos del Lotus con motor Renault en Estoril, aquel día que nos calamos hasta los huesos, que aplaudimos y gritamos aunque el vendaval no permitió que se nos oyera, bajo la inmensa cortina de agua entre las llamaradas de los escapes de los turbos,.. cuando acabada la prueba nos subimos a nuestro fiel Renaut 4, y mientras poníamos rumbo a Madrid íbamos comentando satisfechos, entusiasmados, quitándonos la palabra, la maravillosa primera victoria de Ayrton, porque estábamos convencidos que había nacido un piloto que proyectaba el arte de conducir a otra dimensión... Ayrton Senna da Silva, la lluvia del sur, el mejor piloto que vi correr.

martes, 17 de marzo de 2009

U-RU-GUAYO, U-RU-GUAYO ...



Estamos en el minuto dos de partido y el árbitro pita penalty. El Atleti, siempre a contracorriente, necesita ganar al Villarreal para mantener sus esperanzas de acceder a la Liga de Campeones la próxima temporada. Forlán coloca el balón y lanza el penalty esquinado, quizá no muy fuerte, y el portero contrario (su tocayo) rechaza el balón en una espléndida estirada. ¡Con lo que necesitábamos este gol! ¿Pitos? No. Murmullos y a continuación un canto común en la grada: "¡U-ru-guayo, u-ru-guayo...!" ¿Será posible? Si no ha marcado...


Gol del Villarreal y nos vamos al descanso con 0-1 (Entretanto Forlán ha fallado otra ocasión de gol en el área pequeña). Ya en el segundo tiempo vuelve a marcar el Villarreal, 0-2 y se huele el desastre. Pero no, ahí está el rubio, el de siempre, como el día del Barça para mandar un balonazo al palo, que rebota en el portero y acaba metiendo el Kun entrando con toda su alma. La cosa sigue y el genio cede un balón que remata el rubio otra vez, con clase, potencia y decisión. Es el 2-2 y el estadio se viene abajo. Y eso que se había empezado fallón... "¡U-ru-guayo, u-ru-guayo,...!" Como ya sabéis, el partido acabó 3-2, pero esto, aunque sea uno de los partidos más emocionantes que he vivido en directo, es casi lo mismo. Hoy el que importa es Diego Forlán.


Estos cánticos , vaya como vaya el partido, pase lo que pase, son el reconocimiento general que el Vicente Calderón dispensa a un jugador con clase como deportista y como persona. No es fácil encontrar a un futbolista tan comprometido con su equipo, que aporta calidad, entrega y honradez. Un tío decente y con vergüenza torera.


En el ámbito del fútbol parece que ya sólo importa ganar como sea (de penalty injusto en el último minuto es la frase que se ha puesto de moda) y vender camisetas. Nos hemos olvidado en buena parte de los valores intrínsecos del deporte en equipo. Este mundo , que tanto da que hablar, es cada día más falso y mercantil. Estamos cansados de ver supuestas grandes figuras, que duran lo que la prensa es capaz de sostenerlas: los Ronaldinhos, Robinhos, Gutis ... y genios por un día de turno. Algunos se ahogan en su arrogancia, otros en alguna orgía de medio pelo con aires de carnaval. Siempre me he preguntado por qué en Can Barça no querían demasiado a Rivaldo, cuando había sido un jugador fundamental que además había marcado en ocasiones especiales. La grada no siempre acierta pero tiene en general buen criterio para designar a sus héroes.


Pero en esta historia del fútbol, que como bien dice Robinson es el deporte más tribal, quedan algunos (pocos) personajes para recordar con gusto. Cada equipo, cada época, tiene su pequeño elenco, formado por aquellos que han ofrecido a los aficionados algo más que un puñado de victorias. Los que nos alegran las tardes de domingo y nos dan ganas de volver quince días después. Los que recordamos a nuestros hijos cuando son pequeños y empiezan a darle al balón, compartiendo con ellos la magia de este juego increíble.


Diego Forlán es uno de ellos. No sé cuánto tiempo seguirá ni por qué otros equipos pasará. Pero sé que ha llegado para quedarse en la memoria colectiva y el corazón de los colchoneros. Nos ha conquistado su lucha, su generosidad, su clase, su modestia, su educación y su entrega sin límites. Tiene un sitio en nuestro olimpo, junto a Gárate, a Collar, a Pereira, a Luis Aragonés, al niño Torres, ....

Gracias Forlán por ser uno de los nuestros.


sábado, 14 de marzo de 2009

EL CASO MAXI


No podía creerme lo que estaba viendo el miércoles en la televisión. Maxi Rodríguez, el gran capitán del Atlético de Madrid, era de nuevo sustituído, en la segunda parte del partido que su equipo jugaba frente al Oporto.

No es posible, me dije, hay un error del cuarto árbitro. ¿Cómo va a quitar el entrenador, en un partido decisivo, a su mejor jugador? Se habrá lesionado. Pero no, no era eso. El nuevo preparador había tomado la decisión de cambiarle por Forlán, un jugador netamente inferior y que no destaca precisamente por su compromiso con el equipo.

Ya va siendo hora que todos los atléticos reconozcamos la gran aportación de Maxi al equipo. Temporada tras temporada nos va dejando la huella de su gran juego, de su innato liderazgo. Parece mentira que haya recibido críticas por su actuación frente al Barcelona, cuando al ser injustamente cambiado, tiró al suelo el brazalete de capitán para que lo recogiera Antonio López. ¿Qué se esperaba éste? ¿Que una figura mundial se rebajara, ante un simple canterano, y se lo diera en la mano? ¡Hasta ahí podíamos llegar! En Oporto, consciente de la tropelía con la que otra vez pretendía humillarle el míster, tuvo la caballerosidad de entregárselo al citado personajillo, saliendo del campo tranquilamente, sin prisa. Para qué correr: sin él nunca podría el Atlético ganar. Ante la clarividencia de Aguirre, que le hizo capitán, que jamás le cambiaba y reconocía sin ambages su categoría de crack , nos encontramos con la ignorancia de Abel. Pero esto es lógico, no hay más que ver la diferencia de títulos conseguidos por ambos entrenadores.

El malestar del jugador es evidente. Pero hay otro problema, ya que es pretendido por los clubs más importantes. Parece que existen contactos entre el jugador y el Madrid, el Barcelona y hasta se habla del Manchester United (para sustituir en su caso a Cristiano Ronaldo). No basta con que estemos en apuros esta temporada, la próxima podemos tenerle como enemigo. Hay rumores de que el nerviosismo deIniesta, Etoo, Villa y hasta el niño Torres puede deberse al miedo a tenerle como compañero. Les quitaría el puesto, seguro.

Ante esta situación, hago un llamamiento a todos los buenos atléticos para que reclamemos su presencia en el campo y le animemos sin cesar, acallando las voces que, como en Oporto, le gritaron por su parsimonia. Voces, evidentemente financiadas desde Concha Espina y que sólo pretenden desestabilizar al mejor deportista que hemos tenido nunca. Uno así sólo nace cada cincuenta años.