viernes, 13 de febrero de 2009

DAKAR 2009


Aunque ya no sea estricta actualidad deportiva, como busca con claridad este blog, aprovecho la generosidad de sus gestores para hacer algunos apuntes sobre una prueba terminada hace unas semanas, aunque pienso que no la olvidaremos fácilmente.

El Dakar vivía este año su reto más difícil. Tras no haberse disputado el año anterior por los problemas de todos conocidos, se veía obligado a innovar en muchos aspectos. Esta pausa forzosa podía hacer mucho daño por sí misma, había que buscar algo lo bastante interesante para evitar que esta mítica carrera desapareciera para siempre. No parecía nada fácil.

La prueba cambiaba de continente, lanzándose a la aventura en un terreno desconocido por la organización, sumándose la incertidumbre provocada por la crisis económica y la posible deserción de muchos equipos por falta de dinero. ¿Acudirían los equipos oficiales? ¿Y los privados? ¿Mantendría el recorrido la dureza mítica de la prueba? ¿Gustaría el nuevo trazado a los pilotos? ¿Conseguiría encandilar al mundo con las imágenes de televisión?

El comienzo fue de los más esperanzador. Los ciudadados de Buenos Aires, en representación de todos los aficionados argentinos (los famosos "tuercas") dieron al Dakar el recibimiento más caluroso de su ya larga historia, demostrando una vez más, que si un pueblo es capaz de amar al automóvil es el que tiene su capital en el impresionante estuario del Río de la Plata. No podían faltar, con su bullicio, su hospitalidad y su innata cultura del motor. La Avenida Nueve de Julio, la más ancha del mundo, servía de escaparate a la carrera, que partía casi al pie de su famoso obelisco.

Y era sólo eso, el principio. No voy a detallar etapas, para eso tenemos la página oficial de la carrera. Pero creo que todos nos hemos quedado boquiabiertos ante los arenales, las inmensas dunas, las ciénagas, las zonas pedregosas, las majestuosas soledades de la Pampa, las vigilantes montañas de la gran cadena de los Andes, las entusiastas masas de espectadores de pueblos, aldeas y ciudades, y tantas y tantas cosas que mi estrecha memoria olvida.

Y luego cruzamos la frontera. Más alla de las montañas, Chile. El larguísimo país de los terremotos, de los ventisqueros, de los puertos salvajes del mar y la montaña, el país de Chiloé, de Iquique (recordad a Quilapayún y su cantata), de Santiago, Valparaíso y el desierto de Atacama, de la gente tranquila y amable...

Es posible que muchos, participantes y seguidores, añoren la magia de África, indiscutible y señera tras treinta años de carrera. Pero estoy convencido que han terminado empapándose de la grandeza del nuevo teatro.

La organización se ha encontrado con las dificultades de un trazado muy exigente, recortando los tramos en muchas ocasiones para mantener el rallye controlado, pues de otra forma sólo hubieran acabado los equipos punteros y mejor equipados. Buscando la dureza, han planteado un rallye a veces imposible para los privados, pero dada su gran experiencia no hay duda que buscarán y encontrarán el equilibrio, consiguiendo hacer menos peligroso y agobiante su recorrido. Hay que disculparles pues es la primera vez que afrontaban un terreno tan distinto y desconocido.

En lo deportivo, la carrera ha sido rápida y disputada en las tres categorías. En las motos hay que destacar al gigante (no sólo por su estatura) Marc Coma, que desde el primer momento implantó su ley, marcando distancia rápidamente gracias a su velocidad e inteligencia (corriendo a la defensiva cuando tuvo problemas con el radiador), imponiendo de punta a punta su KTM, que confirmó otra vez ser la mejor moto para el Dakar. Coma, que siempre estuvo talonado por esa gran promesa que es su mochilero Jodi Viladoms, consiguió su segundo Dakar y tercero para España, tras aquella primera victoria inolvidable de Nani Roma, hoy piloto de Mitsubishi. Segundo, también con KTM, ha sido Ciryl Després, el piloto francés residente en Andorra que también ha ganado dos veces esta prueba. Després cometió errores al principio del rallye al elegir los neumáticos, pero su feroz remontada le llevó al podium una vez más. Por cierto, no sé por qué nunca le entrevistan en la televisión: es un tipo jovial que habla perfectamente español. Tercero ha sido el francés Fretigne con su Yamaha, un clásico del Dakar (recordamos sus carreras de otras ediciones a lomos de la revolucionaria Yamaha de dos ruedas motrices). Sin olvidar al chileno "Chaleco" López, que fue capaz de ganar una etapa en su tierra. En Quads ganó el checo Machacek a los mandos de un Yamaha. Los españoles Avendaño, Peña y González estuvieron siempre arriba mientras las mecánicas aguantaron.

En coches, y cuando todo estaba a su favor, la suerte le jugó una mala pasada a Carlos Sainz. El madrileño perdió todo a dos etapas del final, en un accidente debido a un error del road-book, cuando ya saboreaba una merecida victoria. No tiene suerte este grandísimo piloto, que es sin duda el mayor responsable de la evolución del Volkswagen Tuareg, el vehículo que dominó con mano de hierro la carrera. Por favor Carlos, olvídate de esas tonterías de la presidencia del Real Madrid (eso es un vivero de golfos) y sigue en el motor que es lo tuyo. Solamente el BMW del piloto de Qatar Nasser Al-Attiyah fue capar de estar a su altura, demostrando que es el ganador del futuro. La cantidad de chorradas que hay que oir sobre este señor: que si es príncipe, millonario, etc. Sólo les ha faltado decir que tenía un harén. Es un tío sencillo y educado que jamás te negará un autógrafo o una foto, como pudimos comprobar el verano pasado en la Baja España en Zaragoza. Es el conductor más decidido del Dakar, el único capaz de desafiar a Sainz en velocidad y marcar su propio ritmo.

Volkswagen arrasó, con la victoria del sudafricano de Villiers y el segundo puesto de Miller, ante el fracaso de Mitsubishi. A destacar que de Villiers es el primer africano que gana el Dakar (curiosamente en América) y es un piloto que siempre está en los primeros puestos. Los pilotos de Estados Unidos Miller y Gordon han demostrado su capacidad, sorprendiendo la excelente e inesperada prestación de este último, sobresaliente con su Hummer en las etapas más difíciles.

Unas palabras para Mitsubishi. Su carrera ha sido un desastre, pues sólo Nani Roma ha conseguido terminar (10º) y ganar una etapa, sufriendo grandes problemas. El reglamento penalizó a los motores de gasolina deliberadamente para evitar su apabullante dominio (Mitsubishi había ganado los siete últimos dakares), así que tuvieron que pasarse al diesel y las cosas no han ido bien, pese a que sus cuatro pilotos, Roma, Peterhansen, Alphand y Masuoka, suman entre todos trece victorias en la prueba.

Entre los españoles, como es habitual, Foj y Pujolar formaron el equipo que siempre lucha, que siempre termina, que siempre va a más, que impresiona desde su decimosexto puesto con escasos medios. Un gran aplauso para ellos. Es necesario mencionar a Isidre Esteve, el valiente piloto que ha conseguido terminar el Dakar con el Ssangyong equipado con servomandos, construido por el preparador español Tot Curses. Su espíritu de superación en un ejemplo para todos y estamos ya deseando verle en el Campeonato de España. Enhorabuena a todo el equipo. Son unos gigantes.

En camiones los rusos Kabirov y Chaguin impusieron un año más los impresionante Kamaz, dejando a de Rooy y su Ginaf en el tercer puesto. ¡Que imágenes! Han superado todo lo visto hasta ahora.

En resumen, un Dakar espléndido, grandioso, que ha superado la reválida y habla español (y que merecería sin duda una crónica más amplia y un cronista más ducho).

Gracias, Argentina.

Gracias, Chile.

Larga vida al Dakar americano.

Larga vida ...

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